No penséis que me voy a dejar acariciar haciendo ruiditos o chasqueando los dedos.
Yo asumí una gran responsabilidad y no dejaré que me la arruinéis.
Os sigo porque os vigilo y mis maullidos no son llamadas sino advertencias.
Cuando por la tarde se cierran las puertas yo soy el gran conseguidor, dueño y único representante de la vida en este camposanto, todas las lápidas me reverencian y sonríen, es en esas mismas horas cuando la paz reina en estos mis dominios.
No hacen falta luces, sobran los sonidos, es cuando desaparece el sol, cuando mi trabajo cobra sentido.
Ya hace unos cuantos años que reino en este camposanto y mis ojos han sido testigos de múltiples pactos y rebeliones. Aún recuerdo la primera noche que reine, cualquier sonido, cualquier luz me sobresaltaba, pero hoy todo es muy distinto, conozco cada cripta, cada habitante de esta población de vivos en la muerte.
Todos ellos son y serán siempre mis súbditos.