A VECES Intentaba comprender por qué me quedaba extasiado mirando por una ventana, observando unas sombras o sorprendido por aquellas luces. Ya desde pequeño supe que mi mirada era especial, y era especial porque veía luces donde otros ven estrellas, porque extasiado sonreía mirando al mar mientras imaginaba uno y mil reflejos de las olas.
A VECES alguien tiene una idea. ¿Cómo llevarla a cabo?
Esa idea se va transformando poco a poco, el contenido
original se va modulando con las aportaciones de otras personas, de aquella
idea queda lo más importante, el motor y el origen. Gracias a las
colaboraciones, a ese tronco original le brotan múltiples ramas y de ellas
surgen los frutos, esos frutos que consiguen que una idea, con el trabajo de
muchos, se transforme en un nombre y después en un hecho.
A VECES estas cosas solo se pueden entender si uno está
enamorado.
En este caso el amor tiene un objeto: la luz. “Aquellos
chiflados con sus locos cacharros”. Pero, ¿cómo comprender a una persona que se
emociona con una fotografía, observando una luz que aparece detrás de una
cortina, que se queda toda una noche helado de frio para buscar ese instante en
un amanecer, una luna, un reflejo, que es capaz de caminar bajo la lluvia
durante horas cargado con sus equipos en la mochila para fotografiar un
amanecer o para captar un instante de la vida de ese esquivo pajarillo?
A VECES me pregunto cómo dar a entender a los demás lo que
para nosotros significa esa luz… tengo miedo de no saber cómo explicarlo.
Mientras tanto algunos de esos “chiflados” seguimos pensando
en ella, buscamos esa expresión que se nos resiste y esa fotografía que un día
haremos.
Porque… estamos convencidos de que si seguimos trabajando en
este proyecto finalmente lo conseguiremos, a veces ante la incomprensión de
alguno de nuestros amigos o parejas a las que les robamos tiempo, pero…
¿Qué no daríamos nosotros por ella?
Por la luz
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