El yayo perteneció a una generación especial. Una generación única, que raramente se va a repetir en los libros de historia.
El yayo nació en 1935. En un Calatayud rural, donde el ritmo del tiempo era más pausado que el de hoy. Su infancia temprana experimentó una guerra, con su consecuente posguerra. Tiempos de dureza y austeridad.
El yayo crecía en un mundo donde se viajaba a través de las ondas de radio y los relatos de sus locutores. Y ya de pequeño despertó su interés por la tecnología. Seguro que recordáis la famosa anécdota: lo dejaron un rato solo con una radio, y la desmontó para encontrar al señor que hablaba desde dentro.
El yayo crecía en un Calatayud donde los teléfonos del pueblo se podían contar con la palma de la mano, y los niños revoloteaban con curiosidad cuando el señor que tenía coche lo aparcaba en la plaza.
Esta especial generación vio el florecer de la tecnología. Cada vez había más teléfonos y más coches, también apareció la televisión.
Más tarde, el yayo acabaría dedicándose a hacer llegar la emisión de televisión al pueblo. Una televisión que pasó del blanco y negro al color.
Y el yayo, en el pico con sus anécdotas. Os acordáis del japonés que vino a explicarles cómo funcionaban las emisoras nuevas?
A sus nietas y nieto, nos encantan las anécdotas del yayo. Tiene infinitas, aunque algunas le gustaban tanto que nos las sabemos con pelos y señales.
El yayo con su serenidad. Una persona generosa, hábil y con un sentido del humor muy suyo. A sus 89 años, como pez en el agua en el mundo digital. Igual de interesado en la tecnología como siempre, dominando el WhatsApp y leyendo las noticias en el móvil.
Cuánto hemos aprendido de ti.
Gracias yayo y hasta siempre.
Coral Ricote
Muy emotivo. Qué gran persona el yayo Rafael
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