jueves, 31 de agosto de 2023

El mar nunca podrá vivir sin Peñíscola y 2



En una pastelería, un señor te dice que eso de los pasteles de Papa Luna rellenos de vainilla es “cosa de modernos” y que lo que aquí se consume son los pastissets, en forma de empanadilla y rellenos de chocolate, naranja, cabello de ángel o calabaza. Y al salir, te topas con el icónico faro, concebido como extensión de la propia muralla en 1892. Una joya arquitectónica que parece velar por un pueblo cuya panorámica se eleva a medida que nos acercamos al plato fuerte de la visita: el Castillo de Papa Luna, construcción sin la que no se entiende la importancia de Peñíscola en la historia y el mundo de los viajes.

Emplazado a 64 metros de altura sobre el nivel del mar, esta obra románica fue construida por los templarios sobre los restos de una antigua alcazaba árabe entre los años 1294 y 1307. Los últimos detalles fueron rematados por el papa Benedicto XIII tras su llegada al palacio papal.

En el interior del complejo podemos apreciar todos los secretos que susurran entre la roca, desde la bóveda del Cuerpo de Guardia hasta la Basílica de los Templarios. Y de nuevo, ¿adivinas? El mar vuelve a sorprenderte al acceder a un Patio de Armas que se despliega entre torres de tantas alturas.

Una escalera que conduce a ese torreón donde hablar a solas con el horizonte, algo de vértigo y, allí abajo, las palmeras flotantes del Parque de Artillería, un conjunto militar formado por túneles, rampas o un delgado pasillo suspendido sobre el vacío azul.

Desde la soledad del torreón adviertes todos los encantos de Peñíscola, sus tejados de ropa tendida, el faro vigilante y los dragones que marchan a otros rincones de los Siete Reinos. El cielo está encapotado, la lluvia no tardará en caer y el Mediterráneo se prepara para respirar en El Bufador. 


Solo entonces comprendes que este lugar será eterno porque el mar nunca podrá vivir sin Peñíscola.






























lunes, 28 de agosto de 2023

El mar nunca podrá vivir sin Peñíscola



En el enorme acantilado que sostiene Peñíscola, existe una brecha entre las rocas por la que el mar “respira” en los días de temporal. La llaman El Bufador, y es el mejor testigo de la historia de amor entre el Mediterráneo y uno de los oasis históricos más importantes de nuestro país. 

Cuando paseas por el laberinto encalado de puertas azules el mar siempre se asoma, curioso, a través de tantas formas como alturas: arriba, abajo, en un torreón del mítico castillo de Papa Luna, espiando entre las almenas, por ese ojo de buey, desde cierta callejuela.


Una de las tres puertas de acceso a Peñíscola.


Puedes hacerlo a través del Portal Fosc, resultado de la eclosión renacentista de este pueblo en el siglo XVI; por la Puerta de Santa María que antaño permitía el paso de los carros cargados de naranjas o, especialmente, el Portal de Sant Pere, el mayor capricho del Papa Benedicto XIII, más conocido como Papa Luna y responsable del esplendor de este antiguo bastión templario. Pero no nos adelantemos.

Aquí se viene a exhalar un suspiro tras ascender por la muralla y contemplar a lo lejos el pueblo blanco que, en algún momento, parece que vaya a despeñarse de tanto asomarse al mar. “Apartamentos Mykonos”, “Restaurante Santorini” y otros nombres griegos en los establecimientos, como si Peñíscola quisiera medirse con las vecinas Cícladas. 

Si levantas la cabeza descubrirás los exquisitos diseños de cerámica de sus balcones, el gato durmiente junto a la puerta azul de Casa El Far o las escaleras de una empinada calle donde los vecinos se han permitido almacenar todas las plantas posibles sin miramientos. Y no, el mar no ha dejado de espiarte.

La Bruja es una pintoresca tienda de souvenirs y la Sala de Arte Tiziano, alojada en una casa tradicional, el rincón secreto donde el mar deja un rastro de conchas, cuadros y piezas de artesanía única. La Plaza de Santa María desvela lugares secretos y otros más trillados, sus tabernas de turistas, pueblo abajo está el Museo del Mar. Para los interesados en la historia de Peñíscola, este museo es perfecto a la hora de sumergirse en la historia, el legado de tantas redes o los motivos por los que “Peñís-cula” ha sido uno de los lugares referentes de España para el cine y su star-system.

Sofía Loren y Charlton Heston, protagonistas de El Cid, se pasearon por sus calles en 1961; Luis García Berlanga filmó aquí su París Tombuctú; El chiringuito de Pepe –local que aún se mantiene a las afueras de la muralla– sirvió de referente para la famosa serie de 2014, y los protagonistas de Juego de Tronos se disputaron aquí el control de Poniente en la sexta temporada de la serie.

Si continúas el paseo desde el Museo del Mar descubrirás la iglesia parroquial, de estilo románico y eclipsada por los grandes tótems culturales de Peñíscola; o a los instagrammers curiosos posando en la Casa de las Conchas, otro de los iconos de Peñíscola. Esta vivienda de puertas azules cuenta con una fachada totalmente forrada de pechinas y una historia aún más tierna, ya que fue lugar de residencia de Timoteo y Justa, un matrimonio con 3 hijos que, en los años 50, se dedicó a mostrar los encantos de Peñíscola a los turistas a cambio de la voluntad. Con el tiempo, los considerados como primeros promotores de la actividad turística del pueblo se hicieron con una casa en la calle Farones que cubrieron con conchas como prueba de su amor por el mar.










































miércoles, 2 de agosto de 2023

La niebla


Las sombras se esconden detrás de la niebla. Da igual que el sol esté en todo su esplendor, da igual que el viento la empuje, al final solo queda eso: rumores de las montañas.

Intento fijarlas en mi mente, pero por momentos se evaporan, maldita niebla murmullo, siempre te adueñas del paisaje y pienso -sé cómo engañarte- haré como si me escondo y sucumbirás…

Pero pasa el tiempo y sigues tu dueña de los valles y de las cumbres, te observo y me desprecias, sé que cuando me vaya huiras, pero no me importa, cedo ante ti….