Podría ser Mora u otra población. Una persona con una cámara en la mano se sumerge en un paseo al lado del rio. Pasados unos minutos la simbiosis es perfecta, cualquier figura, rincón o rama se convierte en un objeto a fotografiar.
En esa pareja sobra todo lo demás porque se establece la comunicación perfecta, la cámara esta dispuesta a plasmar cualquier imagen, tu miras y deseas, ella y tus propias manos serán tus cómplices.
No necesitas pensar en encuadres, luces o tonos, solo tus ojos y tus manos mandan. La emoción crece por momentos, notas la llegada de la perfecta comunión y sabes, antes de tomarlas, que muchas de esas imágenes mañana, o dentro de un rato ya no las veras igual, pero ahora mismo nada de esto importa. Parte de la belleza que ven tus ojos quedan reflejadas en un instrumento y sigues disfrutando, una tras otra, de ellas.
El tiempo de las velocidades y los diafragmas ya pasaron y ahora solo te preocupa la belleza de esa rama, la suave inclinación de esa planta o ese nudo que ves en el árbol.
Mañana será otro día, miraras las fotos desde otro punto de vista, pero...
Adoro estos momentos, son los que me ayudan a sonreír en cada instante…
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