Durante unos pocos años del siglo XVIII, apenas 24 entre 1775 y 1794, existió en Europa una isla cuyas leyes la establecían como refugio seguro para criminales. Era la república mercantil, o puerto franco, de Marstrand, un territorio sueco al que se le concedió autonomía durante ese breve periodo de tiempo.
Situada en la costa occidental de Suecia, la localidad apenas cuenta con 1.300 habitantes hoy día, y no debió tener muchos más siglos atrás. Sin embargo, desde el siglo XIII se le concedió el título de ciudad.
Sus orígenes son medievales, y perteneció a Noruega hasta 1658, año en que pasó a Suecia por el Tratado de Roskilde, y pronto se convirtió en un importante centro comercial de la pujante industria del arenque.
Ya en los primeros años del siglo XVIII algunos piratas le propusieron al rey Carlos XII que les dejara establecerse en Marstrand, y a cambio sumarían sus barcos a la armada sueca en las guerras que mantenía con sus vecinos. El rey no accedió, pero la idea de crear un puerto franco empezó a rondarle la cabeza.
Primero pensó establecerlo en Slite, en la isla de Gotland. Pero en 1747 los ciudadanos de Marstrand enviaron una petición para se considerase su candidatura. Llegaron incluso a recabar el apoyo del famoso naturalista Carlos Linneo (el inventor de la nomenclatura binomial y fundador de la moderna taxomía). La Compañía Sueca de las Indias Orientales y el consejero de ésta enviado por la dinastía Qing, de nombre Pon Quyqua, se sumaron fervientemente a la idea, viendo la oportunidad para impulsar el comercio con China.
El asunto no fructificó hasta 1775, cuando el rey de Francia Luis XV intercedió a favor de los de Marstrand, evidentemente porque un puerto franco era muy beneficioso para los intereses económicos franceses en la zona.
El 15 de agosto de ese año, Gustavo III de Suecia firmó los estatutos del nuevo puerto franco de Marstrand, que a partir de ese momento se regiría por un consejo de 24 burgueses elegidos por votación, a imitación de los puertos francos italianos. A cambio Francia le hizo entrega pocos años después de la isla caribeña de Saint Barthélemy, cuya posesión Suecia mantendría durante casi un siglo, igualmente como puerto franco inspirado en los mismos principios que Marstrand.
Un reportaje precioso. Me encantaría tener una casita de verano allí
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