viernes, 22 de marzo de 2019

Todos los atardeceres ocurría lo mismo…




Poco a poco el sol se iba escondiendo. Los pájaros salían y se columpiaban en ramas lejanas, al hacerse de noche se oía el silencio. Todas aquellas hayas cobraban vida, primero bajaban sus brazos y poco a poco aparecían sus ojos y su boca. La noche se mostraba quieta, serena, no se oía ni tan siquiera los rumores. La magia se hacía dueña del hayedo.

Cada noche igual, desde aquel día que vencieron al brujo el maleficio cayó sobre ellos, una y otra vez al ganar la oscuridad cada cual contaba sus penas, su batalla estéril, su futuro inmóvil.

No sabían entonces que la maldición estaba sobre ellos, el día que yo muera mi maldición caerá sobre los que me quitéis la vida, inmóviles, para siempre quedareis en el campo de batalla.

Al llegar la noche lo observe, todos los animales huían de aquel paraje, el búho se acomodaba en un árbol cerca del límite, los jabalíes incrementaron su paso para salir de la orilla del río.

Esa noche seria una mas donde se recordaría una gran victoria, una victoria que dejó un recuerdo imborrable, el vuestro…















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