Hace unos días subí a Miravet muy de mañana, era un día de esos marcados por el frío, pero luminosos. Hasta Benifallet el río se mostraba brumoso y con vapores, más allá una cerrada niebla lo abrazaba.
El termómetro del coche marcaba -4º y en los laterales de la carretera se adivinaba una helada intensa y espectacularmente bonita en los trozos donde de diluía un poco la niebla.
Nada más llegar me di cuenta de que aquel viaje había merecido la pena, la niebla poco a poco abandonaba el río y dejaba unas imágenes realmente bellas.
Cogí mi cámara y aunque pude aprovechar poco tiempo contemple unas de las imágenes más bellas que recuerdo.
Después aún tuve tiempo de fotografiar la fachada fluvial de esa población, tan bonita a los ojos de un viejo cazador de belleza como lo soy yo.
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