La otra tarde paseando por Peñiscola me decías que no sabías
cuantos viajes más aguantarías a Tortosa, me explicaste que cada vez te cuesta
más moverte de tu amado París para volver aquí, a la tierra donde naciste….
Nuestro encuentro, a pesar de ser tardío, ha vivido la
intensidad de la primavera, recorrer estas últimas navidades París a tu lado,
ver cómo te deshacías en atenciones con nosotros…. fue maravilloso.
Pero ya sé que la edad no perdona, que aunque se lleven muy
bien los años, como los llevas tú, te impedirán un día, espero que muy lejano,
seguir con tus esperadas visitas.
Esta mañana leyendo la última entrada de tu blog he estado
pensando en lo cruel que es la vida con algunos de nosotros y sin embargo,
pasados unos años, de esos recuerdos solo perviven los buenos.
Tenemos la habilidad de olvidar los malos momentos y de magnificar los buenos. De no ser así ¿qué sería de nosotros? ¿qué sería de nuestra vida? y lo principal ¿cómo podríamos levantarnos cada mañana y seguir viviendo?
Tenemos la habilidad de olvidar los malos momentos y de magnificar los buenos. De no ser así ¿qué sería de nosotros? ¿qué sería de nuestra vida? y lo principal ¿cómo podríamos levantarnos cada mañana y seguir viviendo?
Tú sabes más de estas preguntas que cualquiera de nosotros,
pero yo se que cuando miras atrás e intentas encontrar tus recuerdos de la vida
sabes y sabrás siempre que por muchas cosas que hayas pasado, sufrido y
disfrutado eres un ángel llegado a la tierra para disfrute de los que nos
consideramos tus amigos.
A veces, cuando estoy cerca de ti te imagino hace unos
cuantos años en París. Aquella joven y luchadora Mary andando bajo el frío y húmedo
invierno y con esa luz que tienes desde siempre en tus ojos, desafiante y a la
vez frágil y vencedora, lejos de tu familia pero llena de ilusiones y de amor, de
esas ilusiones que nos contagias hoy a los que te queremos.
Sigue así Mary, eres como la luz que nos guía en esta
terrible vida que, a nuestra edad, aún no sabemos comprender.