No hay mejor manera de valorar lo que significa algo que
poseemos a diario y no le damos mayor importancia es carecer de él. Y eso es lo
que nos ocurre en este momento. A un hecho tan banal como salir de casa, solo
se le da importancia en el momento que falta.
Cuantos daríamos cientos de cosas por un hecho tan simple
como recorrer hoy un campo lleno de flores, pasear a la orilla del río o
simplemente sentarse en un banco a contemplar la exuberante primavera que está
empezando a inundar todo.
Y eso lo dice un representante de la generación en la cual
desaparecen animales y plantas un día sin otro, que observa como el mar
devuelve la suciedad que día a día le vamos enviando, que contempla con las
manos en los bolsillos como desaparecen poco a poco las abejas…
Y es que no vale sólo compartir en las redes sociales el
horror por lo que está pasando o insultar a los que en nuestro nombre lo
permiten o no hacen nada por impedirlo. Eso no es suficiente, se que te
reconforta y por un momento te hace sentirte defensor de la vida pero…
El día que nos concienciemos de que tenemos que ser los
protagonistas y hacer algo de verdad por la situación inevitablemente ya no tendrá
vuelta atrás y no servirá de nada lamentarnos.
Mientras ese día llega os dejo, para mitigar este
aislamiento, unas fotos de olivos, ese árbol que dura siglos, mejor dicho duraba
siglos. Unos árboles que nos contemplan y que no nos perdonaran lo que estamos
haciendo.
Os dejo con unas historias y unas fotos de olivos:
“Los griegos ya veneraban el olivo como árbol mitológico,
existía la leyenda de que hubo un certamen entre Atenea y Poseidón para
conseguir el control de la nueva ciudad de Attica. El ganador sería el dios que
ofreciera el don más útil, y la ciudad sería llamada en honor a su nombre.
Atenea hizo aparecer un olivo y ganó la batalla al ser considerado más valioso
que el caballo que hizo aparecer Poseidón. También se creía que los dioses
nacían bajo las ramas de un olivo.
En las primeras Olimpiadas en la antigua Grecia, los juegos
quedaban inaugurados con el encendido de una rama de olivo. Además, durante las
mismas, se premiaba a los atletas coronándolos con ramas de olivo cortadas del
olivo sagrado que había al lado del templo de Zeus.
Su simbología también era destacada para el cristianismo. El
olivo aparece ya en el libro del Génesis en forma de rama para anunciarle a Noé
el final del diluvio. Más tarde lo encontramos en Moisés y toma una mayor
importancia en el nuevo testamento, donde el olivo aparece en numerosas veces,
como por ejemplo cuando Jesús, según la leyenda cristiana, es crucificado en
una cruz hecha de madera de olivo o se habla del huerto de olivos al que iba a
rezar llamado Getsemaní (que a su vez se traduce como “prensa de aceite”)”