Algunas personas necesitamos mostrar nuestros
sentimientos, y esos sentimientos a veces se transforman en imágenes o en textos.
No hay nada que te haga sentir mas feliz que el ver en una pantalla recién
salida de la cámara el fiel reflejo de la imagen que has tratado de plasmar.
Atrás queda la técnica, la cámara, el frío o
cualquier inconveniente que tuviste en aquel momento. Ahora mismo, para ti esa
imagen vale más que todo el oro del mundo. Esta sensación no se puede igualar
con nada y, al contemplarla, sabes que todo el trabajo ha merecido la pena.
Si la imagen no es tuya, la sensación es muy
distinta… no se puede hablar de envidia ¿o sí? Esa envidia, que podría definir
como sana, no se basa en un resultado solamente: no añoro el hacer la misma
foto, sino el haber sabido y podido realizarla yo.
Eso es lo que me pasa con las fotos de Vicent.
Las envidio por no haber estado yo presente en el momento de realizarlas, y, si
he estado con él, en por qué no he sabido adivinar ese momento mágico que ha
sido capaz de plasmar.
Hoy tengo entre mis manos este espléndido
libro, un libro fotográfico y literario en el cual se aúnan excepcionales
fotografías con unas poéticas prosas. Nada más abrirlo, encuentro una corta
pero intensa dedicatoria de otro amigo -el gran fotógrafo José Benito Ruiz- que
lo hace aun mas especial. José habla de tesoros, de placer y de trabajo, habla
de una vida llena de paciencia y de un resultado: este libro.
Los que hemos hecho alguna vez fotografía de
naturaleza entendemos perfectamente todas estas palabras y las resumimos en una
sola, en la palabra PASION. Pasión en este caso por un macizo, pasión por la
naturaleza y pasión por la fotografía.
No es posible entender este libro sin entender
la pasión de Vicent.
Conforme avanzo las hojas, las imágenes me
sorprenden. Siento la cálida atmosfera que a veces las rodea, siento los
gélidos vientos que a veces las recorren y pienso en la bella herencia que esta
publicación nos transmite para el futuro.
Fotógrafo, escritor, persona, amigo de sus
amigos, son palabras que definen a este aragonés de nacimiento y catalán de
vida y pasión. Hace ya muchos años que nuestras vidas coincidieron, seguir sus actividades y publicaciones a través de estos años me ha
brindado conocer una trayectoria difícil de igualar en todos los sentidos.
Cada vez estoy mas seguro de la suerte que me
ha tocado vivir al conocerlo, al compartir con el charlas, jornadas de fotos, consejos
y enseñanzas. Y siempre con esa ternura, con esa comprensión, y a veces con esas
palabras que llevan a superarte en cualquier momento.
Algunas de tus fotos me asombran, contemplo en
ellas la sutil belleza de las amapolas, veo las esquivas orquídeas que tanto
nos gusta fotografiar. Esas maravillosas
fuentes, la nutria, la cabra montesa e incluso nuestro común amigo el
zorro melánico, que nos contempla lleno de interés durante nuestros siempre fugaces
y remotos encuentros.
Y es que este macizo tiene un secreto, enamora
a los que lo recorren. Tú, Mercè y Luis sabéis muy bien de lo que hablo, es
como un suspiro que te va enganchando poco a poco hasta que ya no sabes vivir
sin él.
Nuestra relación con el nació de dos maneras
distintas, la mía empezó por trabajo pero ha conseguido con el paso del tiempo
hechizarme de tal manera que no concibo la fotografía de naturaleza sin él.
Cuando estoy allí, me gusta disfrutar de sus
habitantes en soledad, sentado en una piedra y dejándome asombrar por cada uno
de los matices que adivino solamente por el placer de contemplar.
Cada día que lo observo es distinto, miro el
mismo lugar una y otra vez y siempre descubro un nuevo matiz, un fugaz reflejo
que me hace sonreír y buscar un día tras otro aquel preciso encuadre, aquella
anhelada luz.
Y esa es otra de las particularidades que nos
une, la búsqueda de la perfección y el convencimiento de que alguna vez, pase
el tiempo que pase, llegaremos a conseguir esa tan anhelada foto perfecta. Y es
que la perfección en nuestro puerto cambia a cada segundo, cada instante es
capaz de modificar nuestra sensación y acelera nuestro pulso, pero déjame
decirte que tú, con este libro, esa ansiada perfección, la has conseguido.
Esas magnificas fotos están entrelazadas con
unos pellizcos de, como dice Xavier García, autentica poesía en prosa, que
consiguen ese esperado nexo de unión entre cada una de las imágenes.
No hace falta buscar en él rincones ni
criaturas, una tras otra las distintas sensaciones desfilan ante nuestros ojos
envueltas en imágenes que nos muestran una diversidad y un paisaje
sorprendente. Quien diría que todas y cada una de ellas se pueden contemplar a
pocos minutos de nuestras casas. José Benito acierta al definirlo como un
trabajo para la divulgación y la conservación de este maravilloso enclave
natural cada vez mas amenazado.
Vicent dice en su prólogo que ha recorrido El
Port de punta a punta, de día y de noche al ritmo de las estaciones. Y este
recorrido lo ha plasmado en miles de imágenes que encuentran hoy, en este libro,
un excepcional resumen. Es la obra de una vida de trabajo y amor por este
macizo y que mejor manera de plasmarla que en una obra de arte. Es más, estoy
convencido que para él va a ser un punto de inflexión en su obra, porque es
distinta a las anteriores, no mejor ni peor, sino distinta.
Hablaba antes de hechizos, y uno de ellos es
el que siento por tu libro desde que lo he tenido en mis manos. Foto a foto me
dejo inundar por la belleza, vuelvo cada página para sumergirme en un cielo, en
una fuente. Sonrío con esas mariposas y me encanto contemplando esa flor, y te
envidio, de verdad que te envidio por haber podido plasmar esos momentos, por
haber sido participe de esa explosión de la naturaleza y te envidio, aun si es
posible más, por haber sido capaz de realizar este maravilloso libro.