Déjame que te cuente, ahora que solo estamos tu y yo, una leyenda.
Esta es una leyenda que se cuenta por las tierras de Roquetes y de Tortosa.
Se dice que hace mucho tiempo, poco después de que Berenguer IV consiguiera reconquistar Tortosa unas brujas que huían de un fraile se instalaron en las cuevas del Port de Caro.
Se dice que hace mucho tiempo, poco después de que Berenguer IV consiguiera reconquistar Tortosa unas brujas que huían de un fraile se instalaron en las cuevas del Port de Caro.
Estas montañas en esos tiempos solo eran morada de bestias salvajes y de hadas malignas que hacían la vida imposible a quien intentaban subir a la cima. Las brujas decidieron quedarse a vivir allí en soledad para poder llevar a cabo sus rituales sacrílegos de adoración al maligno.
Durante mucho tiempo permanecieron escondidas sin incordiar ni lo más mínimo a los aldeanos que vivían en la falda de la montaña, solo les molestaban para robar alguna niña que después de consagrarla al diablo, le enseñaban el arte de la maldad.
Ninguna de esas niñas volvió nunca.
Finalmente, una noche de San Joan invocaron al diablo en un grandioso aquelarre lleno de asesinatos y de gritos, estos fueron tan fuertes y agudos que llegaron a escucharse hasta en las tierras del delta del Ebro.
El mismo Satán dejó su huella aquella noche preñando todas y cada una de las mujeres en muchos kilómetros a la redonda.
Los hijos nacidos de esta unión crearon la discordia por las tierras por donde pasaban violando mujeres, saqueando casas, asesinando inocentes, pero solo lo podían hacer de noche. Cuando llegaba el día tenían que esconderse de la luz del sol en las cavernas de la montaña las cuales llegaban hasta el mismo mar
Pero un día, Berenguer IV después de oír las súplicas de sus siervos decidió acabar con este mal, envió muchos guerreros pero ninguno de ellos volvió.
Finalmente, Robert de casa de Roig, un pobre herrero ya a punto de morir a causa de su edad visitó a Berenguer IV diciéndole que él sabía como terminar con ese mal; decía saber donde dormían los engendros y sabía cómo dejarlos enterrados. Berenguer IV creyendo hablar con un loco le dio su bendición para lo que creía que sería una muerte segura.
Nunca más se supo de Robert ni de los engendros, ni de las brujas, solo se sabe que apareció de la nada una fuente, la Font del Cargol que hasta hoy perdura.
Nadie sabe cómo lo consiguió, algunos dicen que era un ángel, otros un sabio pero lo único seguro es que en las tierras de Tortosa no se volvió a ver ningún engendro del diablo.
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