Todos los que hemos estado lo sabemos, el Delta de l’Ebre causa adicción y no es posible pasar mucho tiempo sin añorar su luz, sus paisajes, su alma.
Y esta mañana, aunque a primera vista no era el día adecuado por la metereológia, Coral y yo nos hemos acercado. Que deciros de esos paisajes marcados por las líneas y las fronteras creadas por la vegetación, realmente son únicos.
Dejarse llevar por sus líneas y por sus detalles hace que la vista se enamore y las sensaciones afloren, es en ese momento en que busco los detalles únicos que me acompañaran de vuelta a casa.
Pero hoy al salir no sabíamos que comprenderíamos parte de esa añoranza, al volver por detrás de unas pilas de paja hemos encontrado la razón: Un unicornio rojo.
Él nos ha acompañado el resto de la mañana y, aunque no se ha dejado fotografíar, asentía o negaba con sus ojos los encuadres de la cámara. Realmente ha sido toda una experiencia.
Pasada la mañana ha tocado dejarlo, no queremos ser egoístas, mientras se marchaba he comentado “esto no se lo va a creer nadie" pero a mí me da igual, solo sé que he compartido unas horas con el unicornio rojo y eso me basta.
¿No os parece?
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